Tras mucho dudar, me he decidido a escribir este post sobre una comida para periodistas a la que asistí en el Jumeirah, hotel de lujo en el Port de Sóller, y digo de lujo no tanto por las estrellas que acumula, sino por su ubicación, sobre un acantilado que regala unas vistas espectaculares.
¿El motivo de tales dudas?: Mi poder adquisitivo no es de los que permiten una comida que puede rozar los 100€ por persona y ello me lleva a pensar que la mayoría estamos en la misma situación.
Pero después de haber disfrutado –literalmente- de la selección de platos que hizo el chef Grégory Goulot de entre las cartas de los diferentes espacios gastronómicos del hotel, quién compartió mesa y mantel con nosotros con el fin de desgranar su propuesta culinaria y atender todas nuestras dudas, tengo la necesidad de compartir la grata experiencia.
Como he dicho un poco más arriba, nos propuso un menú a base de platos escogidos entre las diferentes cartas de los restaurantes y lounge bares del hotel pero, si he de ser sincera, los que me parecieron más sorprendentes fueron los del restaurante Cap Roig.
Como entrante, seleccionó el Carpaccio de gamba de Sóller, clorofila de hierbas, sorbete de apio y manzana verde.
Me gustó el contraste del sabor de la clorofila de aromáticas con el sorbete, los dos muy suaves, sin disfrazar el sabor de la gamba. El plato, además, llevaba unos puntos de crème fraîche con pimienta que me encantó.
Le siguió una bullabesa… pero ¡menuda bullabesa!

En la carta aparece con la definición “las calas y el huerto mallorquín”. Y eso es lo que ves cuando ponen el plato ante ti: una cama de hortaliza en juliana muy fina y al dente sobre la que descansaban un trozo de lubina salvaje y uno de cap roig, marcados para conseguir que su piel estuviera bien crujiente. Entonces, ya en la mesa, el ritual de añadir el caldo. Muy aromático, espesito, fruto de un proceso de 3 días, según contó el chef. Delicioso, acompañado por una rouille –vendría a ser como un alioli con pimentón que se unta en pan tostado y se sumerge en la sopa- hecha con erizo de mar.
A Goulot le parece de cajón que, estando donde están localizados, los protagonistas sean los frutos del mar. Y se atreve a regalar una interpretación del Arròs Brut, pero con Dentón.
El Dentón aparece acompañado por un arroz meloso y coronado por una aire de manzana verde, hinojo marino simplemente blanqueado y manzana fresca y, a semejanza con la bullabesa, el caldo lo añaden ya en la mesa.
Si los tres platos anteriores me encantaron, el cuarto, a pesar de su vistosidad, no me convenció tanto por resultar “sencillo”. Era un pollo de granja en costra de sal d’Es Trenc, que salió de la cocina entero, por lo que los camareros se encargaron de diseccionar el cascarón primero y el pollo más tarde.
Cuando comentaba que me resultó sencillo me refiero al sabor, que recordaba al pollo al vapor, el que podría tomar en casa, cuando estoy enferma… estaba bueno, pero ya está. En cambio, las judías tiernas que lo acompañaban estaban riquísimas, salteaditas con chalotas.
¡Y llegaron los postres!
El primero, y aunque antes había dicho que solo comentaría los platos del Cap Roig, era del Infinity Lounge. Pero no lo puedo obviar porque estaba riquísimo: unos fresones con sorbete de albahaca. Sencillo, fresco y ligero.
Para acabar un Araguani 72% con ganaché de quicos y maracuyá. Tres texturas de chocolate, cremoso, crujiente y desmigado con un sorbete de maracuyá, ideal para amantes del buen chocolate.
*Según vi en su twitter @JumeirahPS, los residentes cuentan con un 20% en sus servicios, lo cual no está mal ¿no?