Es curioso que el secreto de algo tan carente de misterio como es el papillote, sea precisamente eso, su sencillez. Coger un puñado de ingredientes, ensobrarlos en papel de aluminio y que la única preocupación sea doblar bien todos los bordes para que no se escape una micronésima de vapor es prácticamente un lujo.

En el pasado, lo único que podía arruinar el invento era, una vez rasgado el papel, descubrir que el pescado o verdura estaban crudos, ya que no había una vuelta atrás dignamente posible. Hasta que la silicona -San Lékué- se metió por medio, relegó al aluminio: ahora se pueden hacer trampas y abrir y cerrar la bandeja sin padecer secuelas en las yemas de los dedos y acabar jurarando en arameo.
He aquí un plato fruto de la más absoluta improvisación y de la necesidad de reciclar los restos de un hervido.

Para 2 personas

1 filete de salmón
1 rama de hierba limón
2 cucharaditas de Ketjap Manis (salsa de soja dulce, de textura un poco espesa, de Indonesia)
½ cucharadita de aceite de jengibre
Sal
Alcachofa y patata hervida

Precalentar el horno a 200°. Cortar a laminas gruesas la alcachofa y la patata hervida y colocarlas como base de la papillote, sea en sobre papel de aluminio o sobre vaporera de silicona. Añadir la rama de hierba limón.
Lavar el pescado. En caso de que sea un filete del lomo, quitarle la piel y depositarlo sobre las verduras. Mezclar en un bol el Ketjap Manis, la sal y el aceite de jengibre y rociar sobre el salmón. Cerrar bien y meter en el horno. El tiempo depende del grosor del filete del salmón. En este caso era la parte central de un lomo, por lo tanto bastante grueso, así que lo tuve unos 15-20 minutos y quedó al punto, es decir jugoso en el centro.