Coca de albaricoques con masa de ensaïmada

 

En casa nunca habíamos sido de dulces, de hecho, de pequeña los asaltos golosos a la despensa sólo reportaban como botín alguna onza de chocolate de cobertura y galletas de Inca –lo cual no está mal pero da una idea del paisaje-.

Hace unos años se desató en casa una fiebre por la coca de albaricoques –en temporada-, siguiendo la receta original en un principio, pervirtiéndola enseguida buscando alternativas más esponjosas.
La gracia de esta coca dulce es el puntito de acidez que aportan los albaricoques, a pesar de llenar su corazón de azúcar, confitura o incluso sobrassada y miel.
Con los albaricoques de la recién estrenada temporada ya en el frutero, y hojeando el libro Memòria de la cuina mallorquina de Antoni Tugores me decidí a probar una receta hecha a base de masa de ensaïmada.
Los ingredientes son los mismos, así como la mayor parte de la preparación. Sólo difiere a la hora de añadir la manteca, ya que, en el caso de la ensaïmada, la añadiríamos a capas y enrollaríamos para conseguir el hojaldrado.

Para una familia con mucho saque

           

1 taza de leche
1 taza de azúcar
25g de levadura prensada
700g de harina de fuerza (aproximadamente)
3 huevos
50g de manteca a temperatura ambiente
Albaricoques
Azúcar
Azúcar glas

Batir los huevos con el azúcar hasta que quede cremosa. Templar la leche, diluir en ella la levadura y agregar a la mezcla anterior. Empezar a añadir la harina poco a poco mientras removemos con espátula de palo. Añadiremos harina hasta que empiece a despegarse la masa de los bordes del lebrillo (puede ser más, pero también menos de lo indicado), amasamos enérgicamente dentro del mismo y, humedeciéndonos las manos con un poco de aceite de oliva, recogeremos los restos de masa de las paredes del recipiente.
Dejamos levar. Cuanto más calor haga menos tiempo será necesario, pero como mínimo serán unas 2 horas. En este caso –primavera barcelonesa, unos 20º, la dejé 5 horas-.
Pasado el tiempo de reposo, le añadimos la manteca mientras amasamos con energía. Tras esta operación, la ponemos en el molde que vayamos a utilizar y la volvemos a dejar levar otras tantas horas –en este caso 2,30h, pero más bien por las ganas de ver el resultado…-.
Ponemos a calentar el horno a 180º.
Lavamos bien los albaricoques, los partimos por la mitad siguiendo sus formas y les quitamos el hueso. Los colocamos con los huecos hacia arriba, los cuales llenaremos con una cucharada de café de azúcar, confitura de albaricoques o con una bolita de sobrassada y azúcar.
Horneamos durante 45 minutos o hasta que, al introducir un pincho en el centro, salga limpio. La parte superior quedará doradita y crujiente, como las ensaïmadas.

Antes de comer, espolvorear con azúcar glas.
Para mi gusto -soy más de chicha que de miga- quedó demasiado alta: cuando mordías la parte superior te llevabas una grata impresión al combinar el sabor de la ensaïmada con el albaricoque, pero lógicamente en el segundo todo era masa. Aconsejo preparar la mitad de masa para conseguir la altura de “un solo bocado”.

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