Cuando preparaba este plato no dejaba de venirme a la cabeza el post que publicó hace unos días David Monaguillo en su blog Gazpacho y Cilicio de la Tribuna de Salamanca. En él realizó un repaso a la tipografía de las ensaladas que se pueden encontrar en muchos –más de los que desearíamos- restaurantes.
En ese momento sacaba del armario –en la actualidad el friegaplatos tamaño familiar sin programa ECO– mi centrifugador de ensaladas, ahora con menos actividad que un autónomo por culpa –lo siento David- de la ensalada embolsada.
Porque, al igual que no todos los gatos son pardos, no todas las bolsas son iguales… y no siempre tenemos tiempo de arreglar las hojas, pasarles las aguas necesarias para eliminar los restos de tierra y el tiempo prudencial para que las hojas queden bien tersas y crujientes.
El caso es que el centrifugador es uno de los aparatos de cocina que más me ha fascinado desde niña. Era divertido cuando mi abuela me encomendaba la tarea de escurrir la lechuga en su centrifugador naranja flúor que se accionaba mediante un pomo que debías girar enérgicamente y sentí verdadera excitación cuando utilicé por primera vez uno que se accionaba tirando de una cuerda ¡tenía dispositivo de frenado y todo!
Ahora, cuando compro lechugas, radicio, endibias, etc. las lavo y centrifugo de una vez y las conservo en el mismo centrifugador, ya que viene una tapa para que haga las funciones de táper y te permite disponer de ensalada fresca y crujiente durante unos días.
Para dos personas
1 endibia
½ cebolleta
3 rabanitos
1 puñadito de arándanos
½ limón
1 cucharadita de sirope de arce
1 cucharadita de aceite de sésamo con chile
Sal
Cortamos la endibia en dos mitades (a lo largo) y a su vez las laminamos también a lo largo. Cortamos también la cebolleta en medias lunas finitas. Lavamos los rabanitos y les quitamos la puntita de la raíz. Laminamos con un grosor similar a la cebolleta –a mano o con mandolina-. Ponemos las tres cosas en remojo en agua fría para que adquieran más tersura.
Lavamos bien los arándanos y reservamos.
Emulsionamos el aceite –en este caso he utilizado de sésamo y chile, pero obviamente se puede sustituir por aceite de oliva virgen extra- y el sirope con el zumo del limón y la sal.
Escurrimos como si nos fuera la vida en ello la endivia, la cebolleta y el rabanito, aliñamos y removemos junto con los arándanos.