En casa somos víctimas de esa clase de arrebatos que conducen a comer lentejas durante tres días, no poder pasar un día sin una cucharada de helado de chocolate con cookies o, al llegar a casa sedientos, beber medio litro de horchata bien fría apenas sin respirar.
Como una es previsora, en mitad de esa fiebre, se ve cargando el carrito con litros y litros de horchata que, si bien, al principio, se consumen a un ritmo desenfrenado, a finales de agosto éste decae hasta encontrarte a fines de septiembre con un brick que caduca en octubre.
El año pasado se convirtió en un flan que, para qué engañarnos, ni por textura ni por sabor se merece repetición. Estaba bueno, pero el regustito terroso que dejan las chufas se hacía demasiado patente.
Para evitar precisamente esto, pensé que lo mejor era hacer un postre combinado para equilibrar. Me decanté por una mouse y –de paso- aprovecharía unas frutas del bosque congeladas.
Buceé un poco por la red y la mayoría de recetas de mouse de horchata que encontré dejaban a la protagonista en tercer plano, pues también añadían nata y leche condensada en cantidades considerables, lo cual no me terminó de convencer y acabé yendo por libre.
El resultado final fue un postre en el que ácido, dulce y amargo se acababan coincidiendo en una misma cucharada.
Aunque, como de costumbre
hola me ha gustado mucho tu receta.. se ve muy bien.. Saludos http://empezandoenlacocina.blogspot.com/
Gracias Bella, espero que te haya inspirado y que te animes a probarla algún día.Saludos,Lydia