Langosta con huevos fritos, tiburones, "trampós" y un gin tonic. Mi viaje a Mallorca

Mis vacaciones en Mallorca, suelen ser muy productivas. Siempre descubro algún rincón nuevo o algún detalle que había pasado por alto otras veces y, además, tengo la oportunidad de acudir a eventos a los que antes, cuando vivía allí, cubría como periodista.
Tal es el caso de la comida de presentación del Blanc de Blancs Únic de Macià Batle, este año dedicado al periodista y bloguero (El món del Vi) especializado en vinos Antonio Campomar. El plato escogido para acompañar el vino –uno de mis favoritos- hizo que casi se me cayeran las lágrimas: langosta con huevos fritos y patatas.

 

Es impresionante cómo algo, tan aparentemente sencillo como son unos huevos fritos, combina tan bien con la delicadeza de la langosta a la plancha, de hecho es uno de los platos insignia del restaurante Layn en el Port d’Andratx.

 

También cené con tiburones, rayas y doradas nadando al otro lado de un cristal en la presentación de la propuesta gastronómica del Aquarium de Palma para las noches veraniegas.
Reconozco que fui con reservas respecto a lo que sería el menú, pero fue muy correcto, sin caer en grandes pretensiones, aunque reconozco que no pagaría los 70€ (50€ los niños) que cuesta el cubierto.

 

Un poco decepcionada quedé con la presentación del Gin Mare & Tonic de Ángel León, de Aponiente, en el Village de la Copa del Rey. Supuestamente, el cocinero estrella Michelín iba a realizar una máster class y todo quedó en… qué se yo.
Dejando de lado que servían el combinado en un vaso de plástico –a pesar del supuesto ambiente de exclusividad que se supone en un evento como la Copa del Rey de vela- y la falta de romanticismo que le veo a que el barman abra un sobre que podría ser de Frenadol delante del cliente, el plancton en el gin tonic me gustó mucho, aunque reconozco que a no todo el mundo le atrae como a mí el “sabor a mar”.

 

En estas vacaciones también he disfrutado de comidas familiares en el porche: la fantástica paella de mi tía Elisa -¿será porque es valenciana?- acompañada por la selección de guindillas que orgullosamente cultiva mi tío Luis y los erizos con los que me miman mi tío Jose y mi tía Nela. Y como no, mi madre y Juan que, entre otros consentimientos, me llevaron al Mercat de l’Olivar a comer de un variado en el Bar Major y de unas ostras en Daniel Sorlut.
También he respirado la ilusión y el amor por la tierra en las cenas a la fresca en Santa María, con mi amiga María y Joan, un payés del s. XXI que me deleitó con su fonoll marí, las alcaparras –que compiten con las de mi abuela-, higos secos en almíbar según receta familiar y, cómo no, esos trampós a base de delicadas cebollas blancas, sabrosos tomates y aromático pimiento rubio.

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