Se puede decir que las cocas han sido una las primeras cosas con las que me atreví en la cocina. Desde mi adolescencia las preparo según la base que me enseñó mi abuela para hacer la coca de trampó –ensalada a base de tomate, cebolla y pimientos verdes-, se puede decir que la más popular, junto a la de pimientos asados, en Mallorca. Pero en realidad, las variaciones son infinitas -al igual que la pizza- en cuanto a las coberturas e incluso a los componentes de la masa.
Usualmente yo preparo la masa sin más ingredientes que aceite, agua, harina y sal, pero hay quien pone levadura, huevo o incluso cerveza. La clave es no amasar ni jugar con la masa, además de no abusar de la harina.
El pasado fin de semana quería hacer una coca de pimientos asados, pero sólo tenía tres, cantidad insuficiente teniendo en cuenta que menguan tras su cocción. En la nevera tenía un bote de tomates cherry confitados –así acaban cuando veo que no me da tiempo a consumirlos- y decidí hacer una coca que jugara entre lo salado y lo dulce.
Las cantidades son para una coca de 39 cm de largo x 13 de ancho, que no es más que la medida de la lata especial que me trajeron este año los Reyes, y que es ideal para todos aquellos a los que tienen preferencia por los bordes.
3 pimientos rojos asados
Tomates cherry confitados
Piñones al gusto
1 ajo
Comino molido
Sal
½ tacita de aceite de oliva
½ tacita de agua
Aceite para aliñar los pimientos
Vinagre
Para confitar los tomates cherry no hay más que cocerlos a fuego moderado –para evitar que estallen y que conserven su forma- con su peso en azúcar diluida en media tacita de agua y una ramita de canela durante unos 30 minutos. Se pueden mantener en conserva o utilizarlos al momento. Son ideales para carnes e incluso para hacer unos sencillos pinchitos de queso para el aperitivo.
Una vez pelados y quitadas las semillas, aliñamos los pimientos en un bol con ajo prensado, sal, aceite, comino y vinagre.
Precalentamos el horno a 180°. Ponemos en un bol el agua, el aceite y una pizca de sal. Iremos añadiendo la harina al tiempo que vamos mezclando con un tenedor de madera. Sabremos que la masa está lista cuando veamos que la masa no se pega en el tenedor. Ha de quedar elástica, pero no pegajosa.
Engrasamos la lata con aceite y, con las yemas de los dedos, extendemos la masa al máximo –unos 2 mm de grosor, un poco más en los bordes-. La metemos en el horno unos 15 minutos, o hasta que esté dorada. La retiramos del horno y, sin dejar que se enfríe, colocamos las tiras de pimiento en el centro de la masa, distribuyéndolas a lo largo. Después colocamos a ambos lados los tomatitos unos al lado de los otros, sin dejar espacios, pero teniendo en cuenta que a más tomates, más dulce. Repartimos los piñones y devolvemos al horno por otros 30 minutos.
La podemos comer templada o fría, pero es importante consumirla con pocas horas de demora, ya que, al ser de masa muy fina, ésta se humedece con facilidad y pierde el encanto del “crujido”.
Me ha encantado esta coca. Me la apunto y la comparto :-)Saludos y gracias por la idea.
A estas horas mis jugos gástricos se remueven viendo tu tarta jeje. Tiene una pinta buenísima.Besicos
Carlos, espero que la pruebes pronto y que la disfrutes.MªJosé, ¿me he de sentir culpable por tuitear posts con mención a comida a la hora de comer?… eso sí que es viralismo 😉